Un recorrido centenario. La Edad del Bronce en las tierras valencianas
Mauro Severo Hernández Pérez
2015
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UN RECORRIDO CENTENARIO
LA EDAD DEL BRONCE EN LAS TIERRAS VALENCIANAS*
Mauro S. Hernández Pérez
Universidad de Alicante
Con la sistematización de los años sesenta, la Cultura del Bronce
valenciano toma como una de sus principales características
la abundancia de estos poblados, ubicados en alturas de
difícil acceso, amurallados en sus partes accesibles y con una
cultura material desprovista de elementos singulares. Tan fácil
adscripción cultural contribuye a alimentar notablemente el
número de los yacimientos, aunque no se produce en la misma
medida el incremento de su conocimiento, que en muchos casos
queda reducido al de su topónimo.
B. Martí Oliver: 2001: 134.
< Tesorillo del Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
Las siempre interesantes reflexiones de Bernat Martí –sin
duda el mejor conocedor de la historiografía arqueológica
valenciana– permiten caracterizar al denominado Bronce
Valenciano que, tras más de un siglo de hallazgos e investigaciones, ha conocido en las últimas décadas un notable
impulso, de la mano de una profunda renovación metodológica y de la incorporación de nuevas generaciones de
investigadores con una sólida formación y una gran capacidad de trabajo. Un singular ejemplo de la situación actual
de la investigación lo constituyen los trabajos de María Jesús
de Pedro en la Muntanya Assolada (Alzira, Valencia), en la
Lloma de Betxí (Paterna, Valencia) y en otros puntos del territorio valenciano. Sus investigaciones de campo, la catalogación de materiales arqueológicos, la organización de exposiciones y su activa presencia en reuniones científicas son, sin
duda, un extraordinario referente de la actual investigación
valenciana y de su proyección fuera de nuestras tierras.
* Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación HAR
2012-37710 iii y ii milenios cal. BC: poblamiento, ritualidad y cambio social
entre las cuencas de los ríos Júcar y Segura, financiado por el Ministerio de
Economía y Competitividad.
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Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
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A mediados del pasado siglo los estudios de
Miguel Tarradell marcarían una inflexión en la caracterización de la Edad del Bronce, tanto a nivel peninsular como
del territorio valenciano. Rompen la visión tradicional de
una cultura única que se extendía por toda la península
Ibérica, identificada como Bronce Argárico, para establecer varios grupos culturales (Tarradell, 1950), uno de los
cuales denominaría años después Bronce Valenciano
(Tarradell, 1963), término que la escuela valenciana de
prehistoria había utilizado con anterioridad para incluir
«una serie de poblados de dicha época que, por sus características, no pueden ser adscritos al denominado
Bronce Argárico» (Arnal, Prades y Fletcher, 1968: 31).
El punto de partida
Como se ha señalado en reiteradas ocasiones las
primeras referencias acerca de la existencia en las tierras
valencianas de objetos de metal –cobre o bronce– remontan a las últimas décadas del siglo xix y pertenecen a los
asentamientos del Molló de les Mentires (Aielo de Malferit,
Valencia) y Castellet del Porquet (l’Olleria, Valencia), de
los que da cuenta Juan Vilanova y Piera (Martí, 2001).
También señala la presencia de otros hallazgos metálicos
en otros yacimientos, entre los que se encuentran varios
objetos de bronce recogidos en las laderas de San Antón,
en las proximidades de Orihuela (Alicante), por el ingeniero Santiago Moreno Tovillas (1832-1888), autor de un ma-
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A finales del siglo se incorpora al Colegio de
Santo Domingo de Orihuela el jesuita Julio Furgús (18561909). Sus excavaciones en varias localidades de la Vega
Baja, entre las que se encuentra la del ya conocido yacimiento de San Antón y la del inédito de Laderas del
Castillo de Callosa de Segura, y la creación del Museo de
Antigüedades de Orihuela son un preciso referente de la
investigación arqueológica valenciana de principios del
siglo xx, como refleja la exposición y monografía organizada por el MARQ en 2009 con ocasión del centenario de
su muerte (Hernández, Soler y López, 2009). Algunos de
sus estudios, la mayoría de ellos publicados en la revista Razón y Fe, de la Compañía de Jesús, serían recopilados, traducidos al valenciano y editados por el Consejo
Provincial de Valencia como número 5 de la serie Treballs
Solts del SIP (Furgús, 1937), con una nota introductoria de
Isidro Ballester Tormo, director del S.I.P., en la que destaca el gran interés de los trabajos del jesuita en una «època
en que en Espanya encara es treballava poc en esta classe
d’investigacions» (Ballester, 1937: 3).
Julio Furgús identifica estos yacimientos como necrópolis, registrando más de ochocientas tumbas en San
Antón, no todas prehistóricas. En Callosa señala la presencia de un muro y fragmentos de barro con improntas de
cañas, planteando la posible existencia de un poblado en
la ladera de más fácil acceso. No obstante, para Enrique
Siret, San Antón era un poblado con enterramientos bajo
las casas similar a los que, junto a su hermano Luis, había
descubierto y excavado en Almería, indicando que los trabajos de J. Furgús confirmaban que se trataba del mismo
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
nuscrito, remitido a la Sociedad Arqueológica Valenciana
en 1872, que permanecería inédito hasta su publicación
en 1942 como número 7 de Trabajos Varios del Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia.
Juan Vilanova y Santiago Moreno marcan el inicio
de los estudios sobre la Edad del Bronce en las tierras
valencianas. Ambos conocían los trabajos de los hermanos Enrique y Luis Siret en el Sudeste peninsular, quienes
tenían información a su vez de los trabajos de estos dos
pioneros, visitaron la «hermosa colección» de Moreno y
recorrieron el yacimiento de San Antón, donde señalan la
existencia de «algunos desmontes en forma de escalinata» (Siret y Siret, 1890). También se interesaron por otros
yacimientos valencianos, encargando a su capataz Pedro
Flores una visita a varias localidades de Alicante (Simón,
1997 a); entre estos yacimientos se encuentra el Cabezo
de La Granja, que posiblemente se corresponde con el
actual Cabezo Pardo, excavado recientemente por Juan
A. López Padilla, y La Loma de la Terrera o Coroneta del
Rei, en Alberic (Valencia) (Simón, 1997 b).
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Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
Trabajos de consolidación en el yacimiento.
pueblo (Siret, 1905: 24). A partir de este momento el Bronce
Argárico se convierte en el referente de la Edad del Bronce
en las tierras valencianas hasta mediados del siglo xx.
[ 22 ]
El carácter argárico de estos yacimientos sería confirmado tras las excavaciones realizadas por el Institut d’Estudis Catalans, bajo la dirección de Josep Colominas, en las
Laderas del Castillo de Callosa de Segura (Colominas, 1927).
En las primeras décadas del siglo xx se realizan
excavaciones en yacimientos de la Edad del Bronce dispersos por todo el territorio valenciano, entre los que
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Un cambio de rumbo
En 1957 Miguel Tarradell (1920-1995) se incorpora
a la Universidad de Valencia. Años antes había establecido varios grupos culturales en la Edad del Bronce peninsular que hasta ese momento se identificaba con El
Argar. Considera los poblados alicantinos del Bajo Segura
como argáricos, mientras el resto del territorio valenciano
se incluye en una «zona de influencia argárica» (Tarradell,
1950). Su monografía El País Valenciano del Neolítico a la
Iberización, publicada en 1963, se convierte en el mejor
referente sobre nuestra prehistoria reciente. Reitera la
presencia del Bronce Argárico en el Bajo Segura, en el que
incluye los yacimientos de San Antón, que denomina San
Antonio, y Laderas del Castillo, identificados como necrópolis, ya que del «posible poblado superpuesto no se sabe
nada» (Tarradell, 1963: 160). También considera argárico
el Cabezo Redondo (Villena, Alicante), donde se habían
documentado enterramientos humanos en el interior del
poblado y que años antes José María Soler había incluido, junto a otros poblados del Vinalopó, en el área de expansión argárica (Soler, 1953). El resto del territorio está
ocupado por el que denominó Bronce Valenciano, caracterizado por el gran número de poblados, siempre en cerros elevados, la abundancia de cuevas de habitación, la
escasez de enterramientos humanos y la pobreza y monotonía de sus materiales, entre los que están ausentes los
típicamente argáricos. Se lamentaba Miguel Tarradell de
la escasez de excavaciones en los numerosos yacimientos
catalogados –se ha llegado a señalar un millar de poblados– y la ausencia de estratigrafías, por lo que era difícil
establecer diferencias cronológicas en «una civilización
que tendió al estancamiento, que no se renovó, que vivió
durante siglos bajo módulos parecidos» (Tarradell, 1969:
26). No obstante, el registro cerámico le permitió señalar
dos grupos separados por las cuencas de los ríos Júcar y
Túría, caracterizándose el meridional por la presencia de
cerámicas decoradas con incisiones y cordones. También
resultan de extraordinario interés sus reflexiones sobre la
ocupación de las cuevas, una cuestión que, con algunas
excepciones (Palomar, 1995), apenas ha interesado a la
investigación posterior.
La caracterización de los bronces Argárico y Valenciano propuesta por Miguel Tarradell hace más de cincuenta años se mantiene vigente en la actualidad, aunque
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
destacan varios en las comarcas de l’Alcoià y Camp d’Alacant. Siempre se relacionan con los poblados argáricos del
Sudeste y Vega Baja del Segura, destacando «que es tracta d’un mateix poble que movent-se de S. a N. i sens apartar-se gaire de la costa, es va anar establint per les verges
muntanyes de la província d’Alacant i les poblà fortament»
(Visedo, 1925: 176). Esta influencia argárica también se indica para poblados valencianos y castellonenses, como
refleja el título del artículo publicado por José Alcácer
(1945) en la revista Archivo de Prehistoria Levantina al identificar como estaciones argáricas los poblados de Peña de
la Dueña (Teresa) y La Atalayuela (Losa del Obispo).
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Vasija de cerámica de Cabezo Redondo y cuenco de oro
del Tesoro de Villena.
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cuestiones como las fronteras o el nombre de uno de ellos
sean objeto de polémicas. En este sentido las propuestas
de sustituir Bronce Valenciano por Bronce Levantino o
Bronce Ibérico-Levantino no han tenido aceptación. Al
mismo tiempo se considera que la utilización del término Bronce Valenciano únicamente es válido dentro de
una posición histórico-cultural (Jover, 1999: 67), mientras
que para otros investigadores, buenos conocedores de
esta cultura (Gil-Mascarell, 1992), resulta prematuro tanto mantener como variar su nombre, por lo que se aboga
por conservar la nomenclatura tradicional. Por mi parte
opté en su momento por utilizar la denominación genérica de «Edad del Bronce en…» e indicar a continuación
el territorio objeto de estudio, proponiendo la existencia
de facies comarcales, cuyo origen debía buscarse en los
sustratos, contactos e influencias externas, diferentes en
cada zona, y en una adaptación al medio por parte de las
comunidades humanas (Hernández, 1985: 116). Por otro
lado, la propuesta de Miguel Tarradell de situar la frontera entre los bronces Argárico y Valenciano en el Vinalopó
también ha sido objeto de discusión. En este sentido, en
su monografía sobre la Cultura de El Argar, Vicente Lull
sólo considera argáricos los yacimientos de San Antón y
Laderas del Castillo, que por su proximidad «podrían pertenecer a una misma comunidad tribal» (Lull, 1983: 341).
Miguel Tarradell también señaló las dificultades para
establecer las fechas inicial y final del Bronce Valenciano y
determinar su periodización interna. Sin embargo, pronto
se realizan diversas propuestas que, en cierto modo, son
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deudoras de las establecidas para el Bronce Argárico y para
los momentos finales de la Edad del Bronce en el Sudeste, o
se apoyan en unas pocas y dispersas dataciones absolutas
(Gil-Mascarell, 1981; Gusi, 1975; Navarro, 1982). Se identificaron tres o cuatro fases, aunque las dos primeras –Bronce
Antiguo y Bronce Medio– en ocasiones se unificaban en un
genérico Bronce Pleno.
El mismo año de la publicación de la monografía de Tarradell, José María Soler descubre el Tesoro de
Villena, unos meses después de haber recuperado el
Tesorillo del Cabezo Redondo. Ambos hallazgos serían
objeto de dos monografías en las que se describe con exquisito detalle los dos conjuntos y se acompaña de sus
correspondientes análisis metalográficos (Soler, 1965 y
1969). Estos tesoros generan, desde un primer momento, un amplio debate acerca de su autoría, significado y
cronología. Apenas se cuestiona la relación del Tesoro de
Villena con el Cabezo Redondo, según indicaban algunas
piezas del Tesorillo. Con algunos de los pequeños objetos
del Tesoro el mismo Miguel Tarradell reconstruye, a partir
de una propuesta de Enrique Llobregat, el cetro de un reyezuelo que vivía en el Cabezo Redondo (Tarradell, 1964).
Su cronología se ha situado entre el siglo vii a.C. y el 1000
a.C., como proponía Soler. Las excavaciones en este yacimiento, que en sus inicios fueron impulsadas por el
propio Tarradell, se reanudaron en 1987 y han continuado hasta la actualidad. El hallazgo de diversos objetos de
oro en contextos bien datados permite situar el inicio de
esta acumulación de oro y plata en momentos del Bronce
Tardío, para el que en el Cabezo Redondo se dispone de
una treintena de dataciones absolutas, elevando la cronología propuesta por Soler en algunos siglos.
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
Cuencos de oro del Tesoro de Villena y vasija cerámica de Cabezo Redondo.
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Departamento XXII. Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
El impulso definitivo
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El Congreso de Elche, organizado por la Universidad
de Alicante en 1983, marcó un punto de inflexión en los
estudios arqueológicos valencianos. Aquella reunión coincidió con la creación de nuevas universidades, centros de
investigación y museos, la incorporación de una nueva
generación de profesionales con amplia formación y el
despertar del interés ciudadano por conocer el pasado
de pueblos y comarcas a raíz de la creación de la comunidad autónoma. Tres de las ponencias de Elche se dedicaron a la Edad del Bronce (Gil-Mascarell, 1985; González
Prats, 1985; Hernández, 1985) y fueron el punto de partida
de nuevas síntesis sobre la Edad del Bronce regional (GilMascarell, 1995; Gil-Mascarell y Enguix, 1986; Gusi, 1989;
Jover, 1999; Martí y Bernabeu, 1990), en las que se incorporaban las novedades en la investigación y se planteaban
nuevas hipótesis sobre su origen y periodización.
La ponencia de María Jesús de Pedro en las
Jornadas de Arqueología de Alfàs del Pi, en 1994, refleja
los profundos cambios que en poco más de diez años se
habían producido en la investigación sobre la Edad del
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relación con el Servicio de Investigación Prehistórica de
la Diputación de Valencia desde el mismo momento de
su creación en 1927 por parte de Isidro Ballester. En su
primera colección se integran los materiales procedentes
del poblado de la Edad del Bronce de Mas de Menente, en
Alcoi, que se compraron a Fernando Ponsell, su excavador.
Dos años después se adquiere la colección de Federico
de Motos, farmacéutico de Vélez Blanco (Almería), entre
la que se encontraban materiales argáricos, «una cultura
prehistórica madre de la nuestra» según indicaba Isidro
Ballester (de Pedro, 2006: 56-57). En el primer número de
su revista Archivo de Prehistoria Levantina se incluye un
artículo, firmado por Luis Pericot y Fernando Ponsell, sobre Mas de Menente. En los primeros números de su serie
de Treballs Solts/Trabajos Varios se publicarían, como ya
se ha indicado, la Memoria inédita de Santiago Moreno
Tovillas y los trabajos de Julio Furgús. Otros muchos artículos en el APL o las monografías en los Trabajos Varios –y
esta misma exposición sobre la Lloma de Betxí– reflejan el
interés que siempre ha despertado el estudio de la Edad
del Bronce en el Servicio de Investigación Prehistórica de
la Diputación de Valencia, interés que todos deseamos
que siga manteniendo.
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
Bronce en todo el territorio valenciano. Se trata de una
excelente síntesis que marca el inicio de una nueva etapa en la investigación y en la difusión de sus resultados
que, no sin ciertas dificultades e interrupciones, alcanza
hasta el momento presente. Se ha incrementado el número de excavaciones en poblados de las tres provincias
valencianas que abarcan desde los momentos previos a
la aparición de la Edad del Bronce hasta el Bronce Final.
Se ha revitalizado el estudio de la Cultura Argárica en
Alicante (Hernández, Soler y López Padilla, 2009). Se dispone de cerca de un centenar de dataciones absolutas,
de las que, lamentablemente, no siempre se han publicado sus respectivos contextos. Se ha realizado un inventario y exhaustivo estudio de algunos materiales, como los
metálicos (Simón, 1998) y el hueso, asta y marfil (López
Padilla, 2011), y otros se encuentran en avanzada fase de
elaboración. Se ha producido una profunda renovación
metodológica, cuyo mejor ejemplo son las propuestas
de periodización y de organización social en la cuenca
del Vinalopó (Jover y López Padilla, 2004; 2009). Se han
constituido diversos equipos de investigadores con una
sólida formación. Se han realizado exposiciones de gran
impacto social (Hernández, 2001; Hernández, Soler y
López Padilla, 2009), reuniones científicas (Hernández y
Hernández, 2004) y ciclos de conferencias en diferentes
foros. Se ha incrementado, asimismo, el número y la calidad de las publicaciones. Sin embargo, en los últimos
tiempos ha disminuido el número de excavaciones y su
duración. Después de unos años de esplendor, la crisis
planea sobre la investigación arqueológica valenciana.
Un recorrido por la historiografía sobre la Edad
del Bronce en el territorio valenciano refleja su estrecha
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UN RECORRIDO CENTENARIO
LA EDAD DEL BRONCE EN LAS TIERRAS VALENCIANAS*
Mauro S. Hernández Pérez
Universidad de Alicante
Con la sistematización de los años sesenta, la Cultura del Bronce
valenciano toma como una de sus principales características
la abundancia de estos poblados, ubicados en alturas de
difícil acceso, amurallados en sus partes accesibles y con una
cultura material desprovista de elementos singulares. Tan fácil
adscripción cultural contribuye a alimentar notablemente el
número de los yacimientos, aunque no se produce en la misma
medida el incremento de su conocimiento, que en muchos casos
queda reducido al de su topónimo.
B. Martí Oliver: 2001: 134.
< Tesorillo del Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
Las siempre interesantes reflexiones de Bernat Martí –sin
duda el mejor conocedor de la historiografía arqueológica
valenciana– permiten caracterizar al denominado Bronce
Valenciano que, tras más de un siglo de hallazgos e investigaciones, ha conocido en las últimas décadas un notable
impulso, de la mano de una profunda renovación metodológica y de la incorporación de nuevas generaciones de
investigadores con una sólida formación y una gran capacidad de trabajo. Un singular ejemplo de la situación actual
de la investigación lo constituyen los trabajos de María Jesús
de Pedro en la Muntanya Assolada (Alzira, Valencia), en la
Lloma de Betxí (Paterna, Valencia) y en otros puntos del territorio valenciano. Sus investigaciones de campo, la catalogación de materiales arqueológicos, la organización de exposiciones y su activa presencia en reuniones científicas son, sin
duda, un extraordinario referente de la actual investigación
valenciana y de su proyección fuera de nuestras tierras.
* Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación HAR
2012-37710 iii y ii milenios cal. BC: poblamiento, ritualidad y cambio social
entre las cuencas de los ríos Júcar y Segura, financiado por el Ministerio de
Economía y Competitividad.
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Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
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A mediados del pasado siglo los estudios de
Miguel Tarradell marcarían una inflexión en la caracterización de la Edad del Bronce, tanto a nivel peninsular como
del territorio valenciano. Rompen la visión tradicional de
una cultura única que se extendía por toda la península
Ibérica, identificada como Bronce Argárico, para establecer varios grupos culturales (Tarradell, 1950), uno de los
cuales denominaría años después Bronce Valenciano
(Tarradell, 1963), término que la escuela valenciana de
prehistoria había utilizado con anterioridad para incluir
«una serie de poblados de dicha época que, por sus características, no pueden ser adscritos al denominado
Bronce Argárico» (Arnal, Prades y Fletcher, 1968: 31).
El punto de partida
Como se ha señalado en reiteradas ocasiones las
primeras referencias acerca de la existencia en las tierras
valencianas de objetos de metal –cobre o bronce– remontan a las últimas décadas del siglo xix y pertenecen a los
asentamientos del Molló de les Mentires (Aielo de Malferit,
Valencia) y Castellet del Porquet (l’Olleria, Valencia), de
los que da cuenta Juan Vilanova y Piera (Martí, 2001).
También señala la presencia de otros hallazgos metálicos
en otros yacimientos, entre los que se encuentran varios
objetos de bronce recogidos en las laderas de San Antón,
en las proximidades de Orihuela (Alicante), por el ingeniero Santiago Moreno Tovillas (1832-1888), autor de un ma-
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A finales del siglo se incorpora al Colegio de
Santo Domingo de Orihuela el jesuita Julio Furgús (18561909). Sus excavaciones en varias localidades de la Vega
Baja, entre las que se encuentra la del ya conocido yacimiento de San Antón y la del inédito de Laderas del
Castillo de Callosa de Segura, y la creación del Museo de
Antigüedades de Orihuela son un preciso referente de la
investigación arqueológica valenciana de principios del
siglo xx, como refleja la exposición y monografía organizada por el MARQ en 2009 con ocasión del centenario de
su muerte (Hernández, Soler y López, 2009). Algunos de
sus estudios, la mayoría de ellos publicados en la revista Razón y Fe, de la Compañía de Jesús, serían recopilados, traducidos al valenciano y editados por el Consejo
Provincial de Valencia como número 5 de la serie Treballs
Solts del SIP (Furgús, 1937), con una nota introductoria de
Isidro Ballester Tormo, director del S.I.P., en la que destaca el gran interés de los trabajos del jesuita en una «època
en que en Espanya encara es treballava poc en esta classe
d’investigacions» (Ballester, 1937: 3).
Julio Furgús identifica estos yacimientos como necrópolis, registrando más de ochocientas tumbas en San
Antón, no todas prehistóricas. En Callosa señala la presencia de un muro y fragmentos de barro con improntas de
cañas, planteando la posible existencia de un poblado en
la ladera de más fácil acceso. No obstante, para Enrique
Siret, San Antón era un poblado con enterramientos bajo
las casas similar a los que, junto a su hermano Luis, había
descubierto y excavado en Almería, indicando que los trabajos de J. Furgús confirmaban que se trataba del mismo
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
nuscrito, remitido a la Sociedad Arqueológica Valenciana
en 1872, que permanecería inédito hasta su publicación
en 1942 como número 7 de Trabajos Varios del Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia.
Juan Vilanova y Santiago Moreno marcan el inicio
de los estudios sobre la Edad del Bronce en las tierras
valencianas. Ambos conocían los trabajos de los hermanos Enrique y Luis Siret en el Sudeste peninsular, quienes
tenían información a su vez de los trabajos de estos dos
pioneros, visitaron la «hermosa colección» de Moreno y
recorrieron el yacimiento de San Antón, donde señalan la
existencia de «algunos desmontes en forma de escalinata» (Siret y Siret, 1890). También se interesaron por otros
yacimientos valencianos, encargando a su capataz Pedro
Flores una visita a varias localidades de Alicante (Simón,
1997 a); entre estos yacimientos se encuentra el Cabezo
de La Granja, que posiblemente se corresponde con el
actual Cabezo Pardo, excavado recientemente por Juan
A. López Padilla, y La Loma de la Terrera o Coroneta del
Rei, en Alberic (Valencia) (Simón, 1997 b).
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Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
Trabajos de consolidación en el yacimiento.
pueblo (Siret, 1905: 24). A partir de este momento el Bronce
Argárico se convierte en el referente de la Edad del Bronce
en las tierras valencianas hasta mediados del siglo xx.
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El carácter argárico de estos yacimientos sería confirmado tras las excavaciones realizadas por el Institut d’Estudis Catalans, bajo la dirección de Josep Colominas, en las
Laderas del Castillo de Callosa de Segura (Colominas, 1927).
En las primeras décadas del siglo xx se realizan
excavaciones en yacimientos de la Edad del Bronce dispersos por todo el territorio valenciano, entre los que
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Un cambio de rumbo
En 1957 Miguel Tarradell (1920-1995) se incorpora
a la Universidad de Valencia. Años antes había establecido varios grupos culturales en la Edad del Bronce peninsular que hasta ese momento se identificaba con El
Argar. Considera los poblados alicantinos del Bajo Segura
como argáricos, mientras el resto del territorio valenciano
se incluye en una «zona de influencia argárica» (Tarradell,
1950). Su monografía El País Valenciano del Neolítico a la
Iberización, publicada en 1963, se convierte en el mejor
referente sobre nuestra prehistoria reciente. Reitera la
presencia del Bronce Argárico en el Bajo Segura, en el que
incluye los yacimientos de San Antón, que denomina San
Antonio, y Laderas del Castillo, identificados como necrópolis, ya que del «posible poblado superpuesto no se sabe
nada» (Tarradell, 1963: 160). También considera argárico
el Cabezo Redondo (Villena, Alicante), donde se habían
documentado enterramientos humanos en el interior del
poblado y que años antes José María Soler había incluido, junto a otros poblados del Vinalopó, en el área de expansión argárica (Soler, 1953). El resto del territorio está
ocupado por el que denominó Bronce Valenciano, caracterizado por el gran número de poblados, siempre en cerros elevados, la abundancia de cuevas de habitación, la
escasez de enterramientos humanos y la pobreza y monotonía de sus materiales, entre los que están ausentes los
típicamente argáricos. Se lamentaba Miguel Tarradell de
la escasez de excavaciones en los numerosos yacimientos
catalogados –se ha llegado a señalar un millar de poblados– y la ausencia de estratigrafías, por lo que era difícil
establecer diferencias cronológicas en «una civilización
que tendió al estancamiento, que no se renovó, que vivió
durante siglos bajo módulos parecidos» (Tarradell, 1969:
26). No obstante, el registro cerámico le permitió señalar
dos grupos separados por las cuencas de los ríos Júcar y
Túría, caracterizándose el meridional por la presencia de
cerámicas decoradas con incisiones y cordones. También
resultan de extraordinario interés sus reflexiones sobre la
ocupación de las cuevas, una cuestión que, con algunas
excepciones (Palomar, 1995), apenas ha interesado a la
investigación posterior.
La caracterización de los bronces Argárico y Valenciano propuesta por Miguel Tarradell hace más de cincuenta años se mantiene vigente en la actualidad, aunque
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
destacan varios en las comarcas de l’Alcoià y Camp d’Alacant. Siempre se relacionan con los poblados argáricos del
Sudeste y Vega Baja del Segura, destacando «que es tracta d’un mateix poble que movent-se de S. a N. i sens apartar-se gaire de la costa, es va anar establint per les verges
muntanyes de la província d’Alacant i les poblà fortament»
(Visedo, 1925: 176). Esta influencia argárica también se indica para poblados valencianos y castellonenses, como
refleja el título del artículo publicado por José Alcácer
(1945) en la revista Archivo de Prehistoria Levantina al identificar como estaciones argáricas los poblados de Peña de
la Dueña (Teresa) y La Atalayuela (Losa del Obispo).
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Vasija de cerámica de Cabezo Redondo y cuenco de oro
del Tesoro de Villena.
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cuestiones como las fronteras o el nombre de uno de ellos
sean objeto de polémicas. En este sentido las propuestas
de sustituir Bronce Valenciano por Bronce Levantino o
Bronce Ibérico-Levantino no han tenido aceptación. Al
mismo tiempo se considera que la utilización del término Bronce Valenciano únicamente es válido dentro de
una posición histórico-cultural (Jover, 1999: 67), mientras
que para otros investigadores, buenos conocedores de
esta cultura (Gil-Mascarell, 1992), resulta prematuro tanto mantener como variar su nombre, por lo que se aboga
por conservar la nomenclatura tradicional. Por mi parte
opté en su momento por utilizar la denominación genérica de «Edad del Bronce en…» e indicar a continuación
el territorio objeto de estudio, proponiendo la existencia
de facies comarcales, cuyo origen debía buscarse en los
sustratos, contactos e influencias externas, diferentes en
cada zona, y en una adaptación al medio por parte de las
comunidades humanas (Hernández, 1985: 116). Por otro
lado, la propuesta de Miguel Tarradell de situar la frontera entre los bronces Argárico y Valenciano en el Vinalopó
también ha sido objeto de discusión. En este sentido, en
su monografía sobre la Cultura de El Argar, Vicente Lull
sólo considera argáricos los yacimientos de San Antón y
Laderas del Castillo, que por su proximidad «podrían pertenecer a una misma comunidad tribal» (Lull, 1983: 341).
Miguel Tarradell también señaló las dificultades para
establecer las fechas inicial y final del Bronce Valenciano y
determinar su periodización interna. Sin embargo, pronto
se realizan diversas propuestas que, en cierto modo, son
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deudoras de las establecidas para el Bronce Argárico y para
los momentos finales de la Edad del Bronce en el Sudeste, o
se apoyan en unas pocas y dispersas dataciones absolutas
(Gil-Mascarell, 1981; Gusi, 1975; Navarro, 1982). Se identificaron tres o cuatro fases, aunque las dos primeras –Bronce
Antiguo y Bronce Medio– en ocasiones se unificaban en un
genérico Bronce Pleno.
El mismo año de la publicación de la monografía de Tarradell, José María Soler descubre el Tesoro de
Villena, unos meses después de haber recuperado el
Tesorillo del Cabezo Redondo. Ambos hallazgos serían
objeto de dos monografías en las que se describe con exquisito detalle los dos conjuntos y se acompaña de sus
correspondientes análisis metalográficos (Soler, 1965 y
1969). Estos tesoros generan, desde un primer momento, un amplio debate acerca de su autoría, significado y
cronología. Apenas se cuestiona la relación del Tesoro de
Villena con el Cabezo Redondo, según indicaban algunas
piezas del Tesorillo. Con algunos de los pequeños objetos
del Tesoro el mismo Miguel Tarradell reconstruye, a partir
de una propuesta de Enrique Llobregat, el cetro de un reyezuelo que vivía en el Cabezo Redondo (Tarradell, 1964).
Su cronología se ha situado entre el siglo vii a.C. y el 1000
a.C., como proponía Soler. Las excavaciones en este yacimiento, que en sus inicios fueron impulsadas por el
propio Tarradell, se reanudaron en 1987 y han continuado hasta la actualidad. El hallazgo de diversos objetos de
oro en contextos bien datados permite situar el inicio de
esta acumulación de oro y plata en momentos del Bronce
Tardío, para el que en el Cabezo Redondo se dispone de
una treintena de dataciones absolutas, elevando la cronología propuesta por Soler en algunos siglos.
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
Cuencos de oro del Tesoro de Villena y vasija cerámica de Cabezo Redondo.
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Departamento XXII. Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
El impulso definitivo
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El Congreso de Elche, organizado por la Universidad
de Alicante en 1983, marcó un punto de inflexión en los
estudios arqueológicos valencianos. Aquella reunión coincidió con la creación de nuevas universidades, centros de
investigación y museos, la incorporación de una nueva
generación de profesionales con amplia formación y el
despertar del interés ciudadano por conocer el pasado
de pueblos y comarcas a raíz de la creación de la comunidad autónoma. Tres de las ponencias de Elche se dedicaron a la Edad del Bronce (Gil-Mascarell, 1985; González
Prats, 1985; Hernández, 1985) y fueron el punto de partida
de nuevas síntesis sobre la Edad del Bronce regional (GilMascarell, 1995; Gil-Mascarell y Enguix, 1986; Gusi, 1989;
Jover, 1999; Martí y Bernabeu, 1990), en las que se incorporaban las novedades en la investigación y se planteaban
nuevas hipótesis sobre su origen y periodización.
La ponencia de María Jesús de Pedro en las
Jornadas de Arqueología de Alfàs del Pi, en 1994, refleja
los profundos cambios que en poco más de diez años se
habían producido en la investigación sobre la Edad del
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relación con el Servicio de Investigación Prehistórica de
la Diputación de Valencia desde el mismo momento de
su creación en 1927 por parte de Isidro Ballester. En su
primera colección se integran los materiales procedentes
del poblado de la Edad del Bronce de Mas de Menente, en
Alcoi, que se compraron a Fernando Ponsell, su excavador.
Dos años después se adquiere la colección de Federico
de Motos, farmacéutico de Vélez Blanco (Almería), entre
la que se encontraban materiales argáricos, «una cultura
prehistórica madre de la nuestra» según indicaba Isidro
Ballester (de Pedro, 2006: 56-57). En el primer número de
su revista Archivo de Prehistoria Levantina se incluye un
artículo, firmado por Luis Pericot y Fernando Ponsell, sobre Mas de Menente. En los primeros números de su serie
de Treballs Solts/Trabajos Varios se publicarían, como ya
se ha indicado, la Memoria inédita de Santiago Moreno
Tovillas y los trabajos de Julio Furgús. Otros muchos artículos en el APL o las monografías en los Trabajos Varios –y
esta misma exposición sobre la Lloma de Betxí– reflejan el
interés que siempre ha despertado el estudio de la Edad
del Bronce en el Servicio de Investigación Prehistórica de
la Diputación de Valencia, interés que todos deseamos
que siga manteniendo.
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
Bronce en todo el territorio valenciano. Se trata de una
excelente síntesis que marca el inicio de una nueva etapa en la investigación y en la difusión de sus resultados
que, no sin ciertas dificultades e interrupciones, alcanza
hasta el momento presente. Se ha incrementado el número de excavaciones en poblados de las tres provincias
valencianas que abarcan desde los momentos previos a
la aparición de la Edad del Bronce hasta el Bronce Final.
Se ha revitalizado el estudio de la Cultura Argárica en
Alicante (Hernández, Soler y López Padilla, 2009). Se dispone de cerca de un centenar de dataciones absolutas,
de las que, lamentablemente, no siempre se han publicado sus respectivos contextos. Se ha realizado un inventario y exhaustivo estudio de algunos materiales, como los
metálicos (Simón, 1998) y el hueso, asta y marfil (López
Padilla, 2011), y otros se encuentran en avanzada fase de
elaboración. Se ha producido una profunda renovación
metodológica, cuyo mejor ejemplo son las propuestas
de periodización y de organización social en la cuenca
del Vinalopó (Jover y López Padilla, 2004; 2009). Se han
constituido diversos equipos de investigadores con una
sólida formación. Se han realizado exposiciones de gran
impacto social (Hernández, 2001; Hernández, Soler y
López Padilla, 2009), reuniones científicas (Hernández y
Hernández, 2004) y ciclos de conferencias en diferentes
foros. Se ha incrementado, asimismo, el número y la calidad de las publicaciones. Sin embargo, en los últimos
tiempos ha disminuido el número de excavaciones y su
duración. Después de unos años de esplendor, la crisis
planea sobre la investigación arqueológica valenciana.
Un recorrido por la historiografía sobre la Edad
del Bronce en el territorio valenciano refleja su estrecha
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