Las antigüedades valencianas en la Real Academia de la Historia
Rosario Cebrián Fernández
2003
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LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS
EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
ROSARIO CEBRIÁN
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
La fundación de la Real Academia de la Historia en 1738 supuso un importante avance en el estudio
de las antigüedades de España. A partir de entonces, la Institución reunió la información epigráfica y
arqueológica que, desde diferentes lugares de la Península, enviaban, sobre todo, los Correspondientes
en las provincias. Esta situación se mantuvo hasta 1844, momento en el que se crearon las Comisiones
Provinciales de Monumentos, provocando, en cierta medida, la pérdida de los privilegios de la Academia
como única conservadora de las antigüedades nacionales. A pesar de ello, la Real Academia de la Historia
sigue siendo fuente primordial para el estudio de la investigación arqueológica en España.
A finales del siglo XVIII, la creación de la Sala de Antigüedades se ocupó de aquellos proyectos de
carácter histórico que había iniciado la Academia, tales como la formación del Diccionario GeográficoHistórico de España, la Colección Lithológica y el monetario o Museo Numismático. Además, asumió la
tarea de reconocer y valorar los distintos descubrimientos de monumentos de antigüedad. Mientras,
en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia se archivaban los expedientes sobre las distintas noticias de antigüedades que se remitían y que, previamente, habían sido tratadas en las sesiones semanales de la Institución. De esta manera, poco a poco, se fue formando la Comisión de Antigüedades,
ordenada por provincias y que ha sido objeto de publicación por parte del Gabinete de Antigüedades.
En ella, se conservan multitud de informes y correspondencia sobre la gran parte de los yacimientos
arqueológicos excavados durante los siglos XVIII y XIX en España, hallazgos de inscripciones y monedas y disertaciones de carácter histórico.
Junto a esta información, la Biblioteca custodia una amplia documentación, que incluye no sólo
las obras impresas sino también los legados personales de los grandes intelectuales del momento,
entre los que se incluyen Luis José Velázquez de Velasco, Aureliano Fernández-Guerra, Fidel Fita,
Antonio Vives y Eduardo Saavedra, entre otros.
La remisión de informes de carácter arqueológico y epigráfico incluía, en ocasiones, planos, calcos, grabados y fotografías que se depositaron en la sección de Cartografía y Bellas Artes. En la actualidad, se ha iniciado la publicación de esta documentación gráfica, de gran interés para el estudio de
la arqueología y ciencias afines.
Por otra parte, la Real Academia de la Historia conserva una rica colección arqueológica, cuyas piezas, globalmente, quedan incluidas en el término de Bienes de Interés Cultural. Entre ellas, cabe destacar el conjunto de materiales arqueológicos, epigráficos y numismáticos, que llegaron a la Academia procedentes de donaciones o compras.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Hallazgos de La Alcudia (Elche, Alicante). [RAH].
Se trata de una relación de objetos encontrados el 26 de
marzo de 1776, remitida por José Caamaño, Diego de
Cuesta, Enrique Huertas y Leonardo Soler. En las últimas líneas se puede leer, ‘Dos Cientas y cincuenta medallas de diferentes emperadores... de plata y bien conservadas’.
Dibujo del mosaico de Baco de Sagunto. [RAH].
El mosaico, actualmente perdido, se encontró
en 1745 a consecuencia de los trabajos de reparación del Camino Real de Sagunto. Felipe V
ordenó su estudio y, gracias a ello, se conservan los informes y dibujos que nos permiten
conocerlo.
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LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA • ROSARIO CEBRIÁN
En este contexto, el estudio de la documentación sobre antigüedades valencianas obliga a prestar
atención tanto a la información archivada en la Comisión de Antigüedades como a la contenida en las
colecciones del fondo manuscrito de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, sin olvidar, el
análisis de los materiales arqueológicos procedentes del área valenciana y la colección de monedas
del Numario de la Academia. Con todo, este trabajo no pretende ser exhaustivo, ya que una buena
parte de los fondos sobre arqueología permanecen inéditos, a pesar de que la catalogación informatizada de los documentos ha sido ya emprendida por el Gabinete de Antigüedades, gracias al tesón de
su anticuario Martín Almagro-Gorbea.
La documentación de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia sobre la Comunidad Valenciana consta de 579 documentos, de los cuales 166 corresponden a Alicante, 59 a Castellón y 354 a Valencia. Las primeras noticias sobre antigüedades comenzaron a llegar a la Academia a
partir del año 1747, fecha en la que Cayetano Rebolledo de Palafox, alguacil mayor de Valencia, remitió un informe sobre el mosaico hallado en Puçol. En 1797 llegó a la Academia un dibujo de este
pavimento de manos de José Cornide, el cual lo había recibido de Gregorio Mayans.
Unos años más tarde, centraron el interés las excavaciones realizadas en la antigua Saguntum, en
la partida de Vizcarra, donde se situó la antigua Ilici y los hallazgos en Lucentum. En 1771, Alonso
Cano envió a la Academia una caja con monedas de época ibérica, romana, visigoda y árabe, además
de material arqueológico, entre el que se encontraban teselas del mosaico de Baco. En 1775, la Academia abrió un expediente sobre las antigüedades descubiertas en La Alcudia (Elche, Alicante); de
él, destaca el informe que elaboró la Sala de Antigüedades sobre la conveniencia o no de proseguir con
las excavaciones, concluyendo que no era necesario continuarlas ya que las antigüedades encontradas pertenecían, según el Conde de Lumiares, a los siglos XII y XIII. El ilustrado conde remitió en
1776 otro informe a la Academia donde daba cuenta de los hallazgos en la excavación realizada en
La Albufereta (Alicante), que incluía el dibujo de una estatua femenina de mármol.
En los primeros años del siglo XIX, la Sala de Antigüedades se preocupó por la formación de la colección epigráfica de España, siguiendo el proyecto impulsado en 1753 por Pedro Rodríguez de
Campomanes. Antonio de Valcárcel Pío de Saboya, Conde de Lumiares y Correspondiente de la
Academia, fue el encargado de recoger las inscripciones del reino de Valencia. En 1803, envió a la
Academia los dibujos y grabados de los epígrafes que había recogido, entre los que se hallaba la descripción y dibujo del ara funeraria encontrada en Altea y que hoy se conserva en el Museo de Bellas
Artes de Valencia (CIL II, 3578). Dos años más tarde, anunció a la Academia la remisión de su obra,
cuyo manuscrito original se conserva en la Biblioteca de la Academia (ms. 9/4772) y que fue publicada por la Institución a mediados del siglo XIX en las Memorias de la Real Academia de la Historia. Lumiares también informó del hallazgo del monumento funerario de Saenia Abra, en Finestrat (Alicante), del que sólo conocemos un dibujo realizado por B. Ribelles.
El 31 de octubre de 1806, en las obras de construcción del camarín en el santuario de Sant Miquel
de Llíria, se descubrió un recipiente cerámico con cerca de 1000 denarios republicanos, con una cronología entre los años 211 y 44 a.C. La Academia abrió, siete días después del hallazgo, un expediente sobre este asunto a partir del oficio remitido por José Canga Argüelles, en el que daba cuenta
del descubrimiento. Él mismo fue el encargado de realizar la catalogación de los 992 denarios hallados en Llíria; su informe pasó a José Antonio Conde, miembro de la Sala de Antigüedades, el cual escogió un total de 110 monedas, que fueron adquiridas por la Academia y pasaron a formar parte de
su colección numismática. La anécdota llegó cuando el 10 de noviembre de 1806, Gregorio Fábrega,
alcalde de Llíria, pretendió informar a la Academia del descubrimiento. Por error, el oficio remitido
llegó a la Sociedad Económica de Valencia, cuyo secretario Tomás de Otero lo envió a la Real Academia
de la Historia, aprovechando la ocasión para pedirle algunas monedas a fin de colocarlas en el gabinete
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Dibujo realizado por Luis José Velázquez del
texto de las inscripciones que se conservan en
la ermita de Nuestra Señora del Cid (La Iglesuela del Cid, Teruel). [RAH].
Dibujo de una estatuilla de Hércules hallada en Buñol,
remitida por José Cortines y Espinosa. [RAH].
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LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA • ROSARIO CEBRIÁN
Mapa con indicación del trazado de la vía
Augusta entre Ilici y Thiar, elaborado por
Fidel Fita. [RAH].
numismático del propio reino que está formando.
Desde la Academia se respondió no teniendo
este Rl Cuerpo otro dro. qe la inspección gral de
todas las antigüedades qe se descubran, no puede
disponer de las referidas monedas, y si algunas
elige pa aumentar la colección de su precioso museo, lo deberá ejecutar a costa de sus fondos, y
conviniéndose con el dueño, como qualq a otro
comprador particular (GN 1806/2(2)).
El cambio de rumbo en el estudio de las
antigüedades acaecido a partir de la segunda
mitad del siglo XIX, con el aumento en el número de excavaciones casi siempre con financiación privada, provocó la llegada a la Academia de un buen número de documentos en
los que se informaba de los hallazgos casuales. En este sentido, en el área valenciana hay
que destacar la labor de Vicente Boix y Ricarte, Miguel Cortés y López, José Cortines y Espinosa, Aureliano Ibarra y Manzoni, Pedro Ibarra y
Ruiz y de Enrique Palos y Navarro, sin olvidar al académico Antonio Cavanilles y Centi y al Conde
de Lumiares, los cuales mantuvieron correspondencia con la Academia.
Desde Alicante, Aureliano Ibarra y Manzoni y su sobrino Pedro Ibarra y Ruiz comunicaron en
1861 el descubrimiento de unas termas y de varios pavimentos musivos en La Alcudia, entre los que
se encontraba el mosaico de Galatea. Ibarra y Ruiz volvió a cartearse con la Academia a finales del
siglo XIX para dar cuenta del hallazgo de dos esfinges y un toro de piedra en Agost y para notificar el
hallazgo de la Dama de Elche.
En 1827, el alcalde y el administrador de correos de Alcalà de Xivert informaron a la Academia
del descubrimiento de varias antigüedades en la partida del Mas (CAI-CS/9/3929/1). La información ofrecida no permite identificar el lugar de hallazgo, aunque todo parece tratarse de una invención, pues en uno de los oficios que forman el expediente se llega a decir a propósito de tales restos
que tan pronto como percibieron el aire se redujo todo a polvo.
Ese mismo año, José Cortines y Espinosa remitió diversas noticias a la Academia. Entre ellas, destacan las referidas al descubrimiento de algunas antigüedades en el puerto de las Cabrillas (Buñol, Valencia), durante las obras de la carretera Madrid-Valencia, y el hallazgo de una inscripción de Alborache
(CIL II2 14/56), hoy perdida. Unos años más tarde, Miguel Cortés y López envió la copia del texto de
seis inscripciones romanas encontradas en Valencia. En 1857, un particular solicitó a la Academia permiso para realizar excavaciones en el castillo de Cullera, y aunque se concedió el citado permiso nada
sabemos sobre el resultado de su trabajo. También tenemos constancia de las intervenciones arqueológicas realizadas en Sant Feliu de Xàtiva y en el castillo de Montesa en la segunda mitad del siglo XIX.
A pesar de toda esta información, fue Sagunto la ciudad que acaparó el interés arqueológico a lo
largo del siglo XIX. Los problemas planteados sobre la conservación del pórtico superior del teatro de
Saguntum llevaron a Enrique Palos y Navarro a pedir a la Academia dinero para acometer los traba-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Estatuilla de Venus hallada en
Sagunto. S. II. [RAH].
Fue donada por D. Antonio
Delgado a la Academia en 1860.
Copia de la carta que Celestino Pujol remitió a Álvaro Campaner en 1877,
dando cuenta del hallazgo del tesoro monetario de Cheste. [RAH].
jos de restauración. Sin embargo, desde la Sala de Antigüedades se informó que la Institución no financiaría las obras. En 1858, la construcción de la línea férrea entre Valencia y Tarragona obligaba a la
demolición de las murallas, con el consiguiente peligro para la conservación del teatro; la Academia
decidió escribir a los correspondientes de Valencia y lugares cercanos para recabar información sobre
este asunto. Ante la orden de derribo por parte del Ministerio de la Guerra, la Institución exigió los
medios necesarios para preservar los objetos arqueológicos que se encontraban en el lugar. Ese
mismo año, por Real Orden, se concedió a la Academia permiso para excavar en el circo romano de
Saguntum. Antonio Delgado, Anticuario, viajó a Sagunto para evaluar el estado de sus antigüedades,
momento en el que se hizo entrega oficial del teatro de Sagunto a la Real Academia de la Historia para
que quedara bajo su tutela. Finalmente, en 1868, se procedió al vallado del teatro de Sagunto con dinero de la Diputación Provincial de Valencia.
Entre la documentación de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia se
encuentra el dibujo y situación de las inscripciones que se conservan empotradas en los muros de la
ermita de la Virgen del Cid (La Iglesuela del Cid, Teruel). En la antigüedad, esta localidad formó
parte del territorio del municipio de Lesera, identificada con el asentamiento ibero-romano de La Moleta dels Frares (El Forcall, Castellón) y, por ello, hemos creído conveniente incluir aquí esta informa-
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LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA • ROSARIO CEBRIÁN
ción. En el siglo XVIII, Luis José Velázquez de Velasco, Marqués de Valdeflores, realizó un dibujo de
las inscripciones conservadas en la ermita, que incluía la copia del texto de dos epígrafes que formaron parte del monumento funerario de los Domitii (CIL II2 14/ 778 y 779), una inscripción en lengua
ibérica y la inscripción que fecha la construcción en 1546. El dibujo fue copiado por alguien, del que
desconocemos su identidad, e incluido en la colección Antigüedades e Inscripciones, que se guarda en
el fondo manuscrito de la Biblioteca. En 1819, Salvador Campillo, desde Teruel, volvió a copiar las
inscripciones conservadas en la ermita de La Iglesuela del Cid, documento que fue presentado en la
Academia el 21 de mayo de ese mismo año.
El 4 de septiembre de 1804, Joaquín Lorenzo Villanueva remitió a la Academia una Memoria sobre
el fragmento de una cruz de piedra hallada entre las ruinas de la antigua Sétabis (ms. 9/5995), que leyó en
su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia. La cruz, supuestamente, fue encontrada por
algún labrador y colocada en la parte alta de la fachada de la ermita de Sant Feliu. En la actualidad,
se conserva en el Museu de l’Almodi. Representa la imagen de un cordero y una cruz en la parte
central, pero sólo conserva dos de sus cuatro brazos. En esta memoria, Villanueva consideró que estaba situada en el interior de un templo cristiano o bien tuvo un carácter funerario y fechó el relieve
entre los siglos VI y VII d.C.
La Biblioteca de la Real Academia de la Historia conserva legados de antiguos académicos, con
una buena parte de la correspondencia, borradores, dibujos, o fotografías, relacionados con el hallazgo de antigüedades a lo largo de los siglos XVIII y XIX, necesaria para completar el mapa de descubrimientos arqueológicos en España. Las menciones a las antigüedades valencianas se reparten en
las colecciones de Aureliano Fernández-Guerra, Fidel Fita, Enrique Flórez, Conde de Lumiares,
Agustín Sales, Luis José Velázquez y Jacobo Zóbel, entre otros.
El Catalogus Numismatum, escrito por Enrique Flórez, describe algunas monedas romanas halladas en Ilici, Saetabis y Saguntum que, posteriormente, se publicaron en 1757. En el legado manuscrito
de Aureliano Fernández-Guerra se conservan algunos grabados, fotografías y dibujos sobre antigüedades del área valenciana. Entre otros, el grabado de la inscripción cristiana (ms. 9/7387) descubierta el 10 de abril de 1770 en Valencia, la planta del edificio donde se encontró un mosaico en Elche
(ms. 9/7387), y una fotografía de un fragmento de relieve con representación humana, remitida
desde Denia por Roque Chabás (ms. 9/7369). Junto a esta documentación, encontramos apuntes de
Fernández-Guerra sobre distintos monumentos de antigüedad. Entre otros, recoge la noticia del hallazgo en 1740 de un columbario de mármol, tallado sobre piedra de Buixcarró (ms. 9/7363), aunque
copió la información de Antonio Valcarcel.
Fernández-Guerra realizó un estudio sobre las vías romanas de Hispania, que se leyó en la Academia el día 28 de diciembre de 1862, en contestación al discurso de Eduardo Saavedra. Sobre este
tema, elaboró unas fichas con situación de las mansiones emplazadas en la vía Augusta, en el tramo
entre Valentia y Carthago Noua. Junto al nombre de la mansio Sucronem, ad Statuas, ad Turres, ad Ello,
Aspis, Ilici, Thiar, ad Leones y Carthagine, mencionadas en el Anónimo de Ravenna y los vasos de Vicarello, citó la distancia de separación entre ellas, expresada en kilómetros y millas, y su correspondencia geográfica (ms. 9/7369). Para la realización de estas fichas se apoyó en la información facilitada
por Fidel Fita, que le envió un informe con el titulo Nota sobre el itinerario y otro sobre el trazado de la
vía romana desde Ilici a Thiar, que incluía un plano de la vía.
La Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia de Castellón informó a la Academia el
15 de septiembre de 1868 de algunos monumentos de antigüedad. Este informe, firmado por Pedro Sabau y Larroya y dirigido a José Amador de los Ríos, pasó a Fernández-Guerra y quedó archivado en su
colección (ms. 9/7389). Por una parte, se indica la existencia de un templo dedicado a Venus en Alme-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Dibujo remitido a la RAH por Joaquín Lorenzo Villanueva. 1804. [RAH].
Se trata de la cruz de piedra caliza hallada en Xàtiva con
el motivo del Agnus Dei. Es uno de los escasos vestigios
que se conservan de los inicios del cristianismo.
nara y se detallan los hallazgos arqueológicos en el
lugar: en aquel montón de escombros se encuentran restos de pavimento bastante bien conservados, bases de columnas con inscripciones, lápidas, y trozos de piedras
labradas, que indican la grandeza que aquel edificio tenía en antiguos. Muy cerca de este lugar, se localizó
un depósito de agua, de 40 pies de profundidad,
que contenía los restos de una estatua y de otras
edificaciones. Por otro lado, se alude a las excavaciones arqueológicas que se realizaron en 1846 en
Bejís, que pusieron al descubierto los restos de basamentos de columnas, trozos de piedras cinceladas y se
creía que tal vez pudieran ser parte de algún pavimento
de las fuentes o piscinas que tenían los gentiles en los
atrios o inmediaciones de sus templos o mezquitas para
sus purificaciones. Igualmente se descubrieron los cimientos de un edificio antiguo, que según su forma y localidad, no sería extraño fuese de algún templo dedicado a la Diosa Palas, de la que tomó el río que los baña y que se
forma en las inmediaciones de la villa, el nombre antiguo de Palencia.
La colección de Jacobo Zóbel de Zangróniz presenta también referencias a antigüedades valencianas. Entre sus papeles, se conserva la copia de la carta que Celestino Pujol y Camps envió a Álvaro
Campaner y Fuertes el 20 de octubre de 1877, acerca del hallazgo del tesoro de monedas encontrado
en Cheste, fechado en la Segunda Guerra Púnica. En ella, Pujol copió la carta que remitió a la Sociedad Arqueológica Valenciana dando cuenta del descubrimiento de una vasija, en cuyo interior se localizaron alrededor de 500 monedas de plata, 3 de oro, un torque de oro y tres brazaletes decorados con
cabezas de serpientes (ms. 11/8002). Un año más tarde, Zóbel estudió un conjunto de aproximadamente 50 monedas procedentes de este tesoro.
El Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia conserva una variada colección de
materiales arqueológicos, que comprende objetos datados desde la época prehistórica hasta la edad
moderna. Entre las antigüedades romanas valencianas depositadas en la Academia, destaca una pequeña escultura de bronce, que representa a la diosa Venus, procedente de Sagunto y fechada en el
siglo II. La figura llegó a la Academia en 1860 de manos de Antonio Delgado, quién la adquirió de
Antonio María Blanco.
Este rápido examen de la información sobre antigüedades valencianas conservada en la Real Academia de la Historia sirve de ejemplo de la intensa labor que la Institución desarrolló durante casi dos
siglos y medio, consiguiendo reunir una de las colecciones documentales más importantes para el
estudio de la Historia. Por ello, la Academia se ha convertido en un punto de referencia básico para
la investigación arqueológica en España.
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Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
La fundación de la Real Academia de la Historia en 1738 supuso un importante avance en el estudio
de las antigüedades de España. A partir de entonces, la Institución reunió la información epigráfica y
arqueológica que, desde diferentes lugares de la Península, enviaban, sobre todo, los Correspondientes
en las provincias. Esta situación se mantuvo hasta 1844, momento en el que se crearon las Comisiones
Provinciales de Monumentos, provocando, en cierta medida, la pérdida de los privilegios de la Academia
como única conservadora de las antigüedades nacionales. A pesar de ello, la Real Academia de la Historia
sigue siendo fuente primordial para el estudio de la investigación arqueológica en España.
A finales del siglo XVIII, la creación de la Sala de Antigüedades se ocupó de aquellos proyectos de
carácter histórico que había iniciado la Academia, tales como la formación del Diccionario GeográficoHistórico de España, la Colección Lithológica y el monetario o Museo Numismático. Además, asumió la
tarea de reconocer y valorar los distintos descubrimientos de monumentos de antigüedad. Mientras,
en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia se archivaban los expedientes sobre las distintas noticias de antigüedades que se remitían y que, previamente, habían sido tratadas en las sesiones semanales de la Institución. De esta manera, poco a poco, se fue formando la Comisión de Antigüedades,
ordenada por provincias y que ha sido objeto de publicación por parte del Gabinete de Antigüedades.
En ella, se conservan multitud de informes y correspondencia sobre la gran parte de los yacimientos
arqueológicos excavados durante los siglos XVIII y XIX en España, hallazgos de inscripciones y monedas y disertaciones de carácter histórico.
Junto a esta información, la Biblioteca custodia una amplia documentación, que incluye no sólo
las obras impresas sino también los legados personales de los grandes intelectuales del momento,
entre los que se incluyen Luis José Velázquez de Velasco, Aureliano Fernández-Guerra, Fidel Fita,
Antonio Vives y Eduardo Saavedra, entre otros.
La remisión de informes de carácter arqueológico y epigráfico incluía, en ocasiones, planos, calcos, grabados y fotografías que se depositaron en la sección de Cartografía y Bellas Artes. En la actualidad, se ha iniciado la publicación de esta documentación gráfica, de gran interés para el estudio de
la arqueología y ciencias afines.
Por otra parte, la Real Academia de la Historia conserva una rica colección arqueológica, cuyas piezas, globalmente, quedan incluidas en el término de Bienes de Interés Cultural. Entre ellas, cabe destacar el conjunto de materiales arqueológicos, epigráficos y numismáticos, que llegaron a la Academia procedentes de donaciones o compras.
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Hallazgos de La Alcudia (Elche, Alicante). [RAH].
Se trata de una relación de objetos encontrados el 26 de
marzo de 1776, remitida por José Caamaño, Diego de
Cuesta, Enrique Huertas y Leonardo Soler. En las últimas líneas se puede leer, ‘Dos Cientas y cincuenta medallas de diferentes emperadores... de plata y bien conservadas’.
Dibujo del mosaico de Baco de Sagunto. [RAH].
El mosaico, actualmente perdido, se encontró
en 1745 a consecuencia de los trabajos de reparación del Camino Real de Sagunto. Felipe V
ordenó su estudio y, gracias a ello, se conservan los informes y dibujos que nos permiten
conocerlo.
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En este contexto, el estudio de la documentación sobre antigüedades valencianas obliga a prestar
atención tanto a la información archivada en la Comisión de Antigüedades como a la contenida en las
colecciones del fondo manuscrito de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, sin olvidar, el
análisis de los materiales arqueológicos procedentes del área valenciana y la colección de monedas
del Numario de la Academia. Con todo, este trabajo no pretende ser exhaustivo, ya que una buena
parte de los fondos sobre arqueología permanecen inéditos, a pesar de que la catalogación informatizada de los documentos ha sido ya emprendida por el Gabinete de Antigüedades, gracias al tesón de
su anticuario Martín Almagro-Gorbea.
La documentación de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia sobre la Comunidad Valenciana consta de 579 documentos, de los cuales 166 corresponden a Alicante, 59 a Castellón y 354 a Valencia. Las primeras noticias sobre antigüedades comenzaron a llegar a la Academia a
partir del año 1747, fecha en la que Cayetano Rebolledo de Palafox, alguacil mayor de Valencia, remitió un informe sobre el mosaico hallado en Puçol. En 1797 llegó a la Academia un dibujo de este
pavimento de manos de José Cornide, el cual lo había recibido de Gregorio Mayans.
Unos años más tarde, centraron el interés las excavaciones realizadas en la antigua Saguntum, en
la partida de Vizcarra, donde se situó la antigua Ilici y los hallazgos en Lucentum. En 1771, Alonso
Cano envió a la Academia una caja con monedas de época ibérica, romana, visigoda y árabe, además
de material arqueológico, entre el que se encontraban teselas del mosaico de Baco. En 1775, la Academia abrió un expediente sobre las antigüedades descubiertas en La Alcudia (Elche, Alicante); de
él, destaca el informe que elaboró la Sala de Antigüedades sobre la conveniencia o no de proseguir con
las excavaciones, concluyendo que no era necesario continuarlas ya que las antigüedades encontradas pertenecían, según el Conde de Lumiares, a los siglos XII y XIII. El ilustrado conde remitió en
1776 otro informe a la Academia donde daba cuenta de los hallazgos en la excavación realizada en
La Albufereta (Alicante), que incluía el dibujo de una estatua femenina de mármol.
En los primeros años del siglo XIX, la Sala de Antigüedades se preocupó por la formación de la colección epigráfica de España, siguiendo el proyecto impulsado en 1753 por Pedro Rodríguez de
Campomanes. Antonio de Valcárcel Pío de Saboya, Conde de Lumiares y Correspondiente de la
Academia, fue el encargado de recoger las inscripciones del reino de Valencia. En 1803, envió a la
Academia los dibujos y grabados de los epígrafes que había recogido, entre los que se hallaba la descripción y dibujo del ara funeraria encontrada en Altea y que hoy se conserva en el Museo de Bellas
Artes de Valencia (CIL II, 3578). Dos años más tarde, anunció a la Academia la remisión de su obra,
cuyo manuscrito original se conserva en la Biblioteca de la Academia (ms. 9/4772) y que fue publicada por la Institución a mediados del siglo XIX en las Memorias de la Real Academia de la Historia. Lumiares también informó del hallazgo del monumento funerario de Saenia Abra, en Finestrat (Alicante), del que sólo conocemos un dibujo realizado por B. Ribelles.
El 31 de octubre de 1806, en las obras de construcción del camarín en el santuario de Sant Miquel
de Llíria, se descubrió un recipiente cerámico con cerca de 1000 denarios republicanos, con una cronología entre los años 211 y 44 a.C. La Academia abrió, siete días después del hallazgo, un expediente sobre este asunto a partir del oficio remitido por José Canga Argüelles, en el que daba cuenta
del descubrimiento. Él mismo fue el encargado de realizar la catalogación de los 992 denarios hallados en Llíria; su informe pasó a José Antonio Conde, miembro de la Sala de Antigüedades, el cual escogió un total de 110 monedas, que fueron adquiridas por la Academia y pasaron a formar parte de
su colección numismática. La anécdota llegó cuando el 10 de noviembre de 1806, Gregorio Fábrega,
alcalde de Llíria, pretendió informar a la Academia del descubrimiento. Por error, el oficio remitido
llegó a la Sociedad Económica de Valencia, cuyo secretario Tomás de Otero lo envió a la Real Academia
de la Historia, aprovechando la ocasión para pedirle algunas monedas a fin de colocarlas en el gabinete
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Dibujo realizado por Luis José Velázquez del
texto de las inscripciones que se conservan en
la ermita de Nuestra Señora del Cid (La Iglesuela del Cid, Teruel). [RAH].
Dibujo de una estatuilla de Hércules hallada en Buñol,
remitida por José Cortines y Espinosa. [RAH].
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LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA • ROSARIO CEBRIÁN
Mapa con indicación del trazado de la vía
Augusta entre Ilici y Thiar, elaborado por
Fidel Fita. [RAH].
numismático del propio reino que está formando.
Desde la Academia se respondió no teniendo
este Rl Cuerpo otro dro. qe la inspección gral de
todas las antigüedades qe se descubran, no puede
disponer de las referidas monedas, y si algunas
elige pa aumentar la colección de su precioso museo, lo deberá ejecutar a costa de sus fondos, y
conviniéndose con el dueño, como qualq a otro
comprador particular (GN 1806/2(2)).
El cambio de rumbo en el estudio de las
antigüedades acaecido a partir de la segunda
mitad del siglo XIX, con el aumento en el número de excavaciones casi siempre con financiación privada, provocó la llegada a la Academia de un buen número de documentos en
los que se informaba de los hallazgos casuales. En este sentido, en el área valenciana hay
que destacar la labor de Vicente Boix y Ricarte, Miguel Cortés y López, José Cortines y Espinosa, Aureliano Ibarra y Manzoni, Pedro Ibarra y
Ruiz y de Enrique Palos y Navarro, sin olvidar al académico Antonio Cavanilles y Centi y al Conde
de Lumiares, los cuales mantuvieron correspondencia con la Academia.
Desde Alicante, Aureliano Ibarra y Manzoni y su sobrino Pedro Ibarra y Ruiz comunicaron en
1861 el descubrimiento de unas termas y de varios pavimentos musivos en La Alcudia, entre los que
se encontraba el mosaico de Galatea. Ibarra y Ruiz volvió a cartearse con la Academia a finales del
siglo XIX para dar cuenta del hallazgo de dos esfinges y un toro de piedra en Agost y para notificar el
hallazgo de la Dama de Elche.
En 1827, el alcalde y el administrador de correos de Alcalà de Xivert informaron a la Academia
del descubrimiento de varias antigüedades en la partida del Mas (CAI-CS/9/3929/1). La información ofrecida no permite identificar el lugar de hallazgo, aunque todo parece tratarse de una invención, pues en uno de los oficios que forman el expediente se llega a decir a propósito de tales restos
que tan pronto como percibieron el aire se redujo todo a polvo.
Ese mismo año, José Cortines y Espinosa remitió diversas noticias a la Academia. Entre ellas, destacan las referidas al descubrimiento de algunas antigüedades en el puerto de las Cabrillas (Buñol, Valencia), durante las obras de la carretera Madrid-Valencia, y el hallazgo de una inscripción de Alborache
(CIL II2 14/56), hoy perdida. Unos años más tarde, Miguel Cortés y López envió la copia del texto de
seis inscripciones romanas encontradas en Valencia. En 1857, un particular solicitó a la Academia permiso para realizar excavaciones en el castillo de Cullera, y aunque se concedió el citado permiso nada
sabemos sobre el resultado de su trabajo. También tenemos constancia de las intervenciones arqueológicas realizadas en Sant Feliu de Xàtiva y en el castillo de Montesa en la segunda mitad del siglo XIX.
A pesar de toda esta información, fue Sagunto la ciudad que acaparó el interés arqueológico a lo
largo del siglo XIX. Los problemas planteados sobre la conservación del pórtico superior del teatro de
Saguntum llevaron a Enrique Palos y Navarro a pedir a la Academia dinero para acometer los traba-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Estatuilla de Venus hallada en
Sagunto. S. II. [RAH].
Fue donada por D. Antonio
Delgado a la Academia en 1860.
Copia de la carta que Celestino Pujol remitió a Álvaro Campaner en 1877,
dando cuenta del hallazgo del tesoro monetario de Cheste. [RAH].
jos de restauración. Sin embargo, desde la Sala de Antigüedades se informó que la Institución no financiaría las obras. En 1858, la construcción de la línea férrea entre Valencia y Tarragona obligaba a la
demolición de las murallas, con el consiguiente peligro para la conservación del teatro; la Academia
decidió escribir a los correspondientes de Valencia y lugares cercanos para recabar información sobre
este asunto. Ante la orden de derribo por parte del Ministerio de la Guerra, la Institución exigió los
medios necesarios para preservar los objetos arqueológicos que se encontraban en el lugar. Ese
mismo año, por Real Orden, se concedió a la Academia permiso para excavar en el circo romano de
Saguntum. Antonio Delgado, Anticuario, viajó a Sagunto para evaluar el estado de sus antigüedades,
momento en el que se hizo entrega oficial del teatro de Sagunto a la Real Academia de la Historia para
que quedara bajo su tutela. Finalmente, en 1868, se procedió al vallado del teatro de Sagunto con dinero de la Diputación Provincial de Valencia.
Entre la documentación de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia se
encuentra el dibujo y situación de las inscripciones que se conservan empotradas en los muros de la
ermita de la Virgen del Cid (La Iglesuela del Cid, Teruel). En la antigüedad, esta localidad formó
parte del territorio del municipio de Lesera, identificada con el asentamiento ibero-romano de La Moleta dels Frares (El Forcall, Castellón) y, por ello, hemos creído conveniente incluir aquí esta informa-
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LAS ANTIGÜEDADES VALENCIANAS EN LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA • ROSARIO CEBRIÁN
ción. En el siglo XVIII, Luis José Velázquez de Velasco, Marqués de Valdeflores, realizó un dibujo de
las inscripciones conservadas en la ermita, que incluía la copia del texto de dos epígrafes que formaron parte del monumento funerario de los Domitii (CIL II2 14/ 778 y 779), una inscripción en lengua
ibérica y la inscripción que fecha la construcción en 1546. El dibujo fue copiado por alguien, del que
desconocemos su identidad, e incluido en la colección Antigüedades e Inscripciones, que se guarda en
el fondo manuscrito de la Biblioteca. En 1819, Salvador Campillo, desde Teruel, volvió a copiar las
inscripciones conservadas en la ermita de La Iglesuela del Cid, documento que fue presentado en la
Academia el 21 de mayo de ese mismo año.
El 4 de septiembre de 1804, Joaquín Lorenzo Villanueva remitió a la Academia una Memoria sobre
el fragmento de una cruz de piedra hallada entre las ruinas de la antigua Sétabis (ms. 9/5995), que leyó en
su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia. La cruz, supuestamente, fue encontrada por
algún labrador y colocada en la parte alta de la fachada de la ermita de Sant Feliu. En la actualidad,
se conserva en el Museu de l’Almodi. Representa la imagen de un cordero y una cruz en la parte
central, pero sólo conserva dos de sus cuatro brazos. En esta memoria, Villanueva consideró que estaba situada en el interior de un templo cristiano o bien tuvo un carácter funerario y fechó el relieve
entre los siglos VI y VII d.C.
La Biblioteca de la Real Academia de la Historia conserva legados de antiguos académicos, con
una buena parte de la correspondencia, borradores, dibujos, o fotografías, relacionados con el hallazgo de antigüedades a lo largo de los siglos XVIII y XIX, necesaria para completar el mapa de descubrimientos arqueológicos en España. Las menciones a las antigüedades valencianas se reparten en
las colecciones de Aureliano Fernández-Guerra, Fidel Fita, Enrique Flórez, Conde de Lumiares,
Agustín Sales, Luis José Velázquez y Jacobo Zóbel, entre otros.
El Catalogus Numismatum, escrito por Enrique Flórez, describe algunas monedas romanas halladas en Ilici, Saetabis y Saguntum que, posteriormente, se publicaron en 1757. En el legado manuscrito
de Aureliano Fernández-Guerra se conservan algunos grabados, fotografías y dibujos sobre antigüedades del área valenciana. Entre otros, el grabado de la inscripción cristiana (ms. 9/7387) descubierta el 10 de abril de 1770 en Valencia, la planta del edificio donde se encontró un mosaico en Elche
(ms. 9/7387), y una fotografía de un fragmento de relieve con representación humana, remitida
desde Denia por Roque Chabás (ms. 9/7369). Junto a esta documentación, encontramos apuntes de
Fernández-Guerra sobre distintos monumentos de antigüedad. Entre otros, recoge la noticia del hallazgo en 1740 de un columbario de mármol, tallado sobre piedra de Buixcarró (ms. 9/7363), aunque
copió la información de Antonio Valcarcel.
Fernández-Guerra realizó un estudio sobre las vías romanas de Hispania, que se leyó en la Academia el día 28 de diciembre de 1862, en contestación al discurso de Eduardo Saavedra. Sobre este
tema, elaboró unas fichas con situación de las mansiones emplazadas en la vía Augusta, en el tramo
entre Valentia y Carthago Noua. Junto al nombre de la mansio Sucronem, ad Statuas, ad Turres, ad Ello,
Aspis, Ilici, Thiar, ad Leones y Carthagine, mencionadas en el Anónimo de Ravenna y los vasos de Vicarello, citó la distancia de separación entre ellas, expresada en kilómetros y millas, y su correspondencia geográfica (ms. 9/7369). Para la realización de estas fichas se apoyó en la información facilitada
por Fidel Fita, que le envió un informe con el titulo Nota sobre el itinerario y otro sobre el trazado de la
vía romana desde Ilici a Thiar, que incluía un plano de la vía.
La Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia de Castellón informó a la Academia el
15 de septiembre de 1868 de algunos monumentos de antigüedad. Este informe, firmado por Pedro Sabau y Larroya y dirigido a José Amador de los Ríos, pasó a Fernández-Guerra y quedó archivado en su
colección (ms. 9/7389). Por una parte, se indica la existencia de un templo dedicado a Venus en Alme-
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Dibujo remitido a la RAH por Joaquín Lorenzo Villanueva. 1804. [RAH].
Se trata de la cruz de piedra caliza hallada en Xàtiva con
el motivo del Agnus Dei. Es uno de los escasos vestigios
que se conservan de los inicios del cristianismo.
nara y se detallan los hallazgos arqueológicos en el
lugar: en aquel montón de escombros se encuentran restos de pavimento bastante bien conservados, bases de columnas con inscripciones, lápidas, y trozos de piedras
labradas, que indican la grandeza que aquel edificio tenía en antiguos. Muy cerca de este lugar, se localizó
un depósito de agua, de 40 pies de profundidad,
que contenía los restos de una estatua y de otras
edificaciones. Por otro lado, se alude a las excavaciones arqueológicas que se realizaron en 1846 en
Bejís, que pusieron al descubierto los restos de basamentos de columnas, trozos de piedras cinceladas y se
creía que tal vez pudieran ser parte de algún pavimento
de las fuentes o piscinas que tenían los gentiles en los
atrios o inmediaciones de sus templos o mezquitas para
sus purificaciones. Igualmente se descubrieron los cimientos de un edificio antiguo, que según su forma y localidad, no sería extraño fuese de algún templo dedicado a la Diosa Palas, de la que tomó el río que los baña y que se
forma en las inmediaciones de la villa, el nombre antiguo de Palencia.
La colección de Jacobo Zóbel de Zangróniz presenta también referencias a antigüedades valencianas. Entre sus papeles, se conserva la copia de la carta que Celestino Pujol y Camps envió a Álvaro
Campaner y Fuertes el 20 de octubre de 1877, acerca del hallazgo del tesoro de monedas encontrado
en Cheste, fechado en la Segunda Guerra Púnica. En ella, Pujol copió la carta que remitió a la Sociedad Arqueológica Valenciana dando cuenta del descubrimiento de una vasija, en cuyo interior se localizaron alrededor de 500 monedas de plata, 3 de oro, un torque de oro y tres brazaletes decorados con
cabezas de serpientes (ms. 11/8002). Un año más tarde, Zóbel estudió un conjunto de aproximadamente 50 monedas procedentes de este tesoro.
El Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia conserva una variada colección de
materiales arqueológicos, que comprende objetos datados desde la época prehistórica hasta la edad
moderna. Entre las antigüedades romanas valencianas depositadas en la Academia, destaca una pequeña escultura de bronce, que representa a la diosa Venus, procedente de Sagunto y fechada en el
siglo II. La figura llegó a la Academia en 1860 de manos de Antonio Delgado, quién la adquirió de
Antonio María Blanco.
Este rápido examen de la información sobre antigüedades valencianas conservada en la Real Academia de la Historia sirve de ejemplo de la intensa labor que la Institución desarrolló durante casi dos
siglos y medio, consiguiendo reunir una de las colecciones documentales más importantes para el
estudio de la Historia. Por ello, la Academia se ha convertido en un punto de referencia básico para
la investigación arqueológica en España.
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